Vivimos atemorizados por los mercados, esa especie de ogro corporativo y siniestro al que hay que tener contento aunque nos esté asfixiando y triturando.
Giramos en torno a sus estados de ánimo y al punto de la mañana ya estamos pensando: ¿Cómo se habrá despertado? ¿Estará irritado y nos pegará un zarpazo? ¿Qué podemos hacer para que no frunza el ceño? Bramamos contra él y lo colmamos de vituperios sin darnos cuenta de que, en el fondo, nos está prestando el servicio impagable de que como “el malo” es él con su codicia insaciable y su carencia absoluta de ética, no necesitamos mirarnos al espejo y preguntarnos: “Espejito, espejito, ¿no me estará contaminado a mí el estilo mercado, aunque sea en talla junior?”
Dolores Aleixandre |
No hay comentarios:
Publicar un comentario