¿No ardían nuestros corazones mientras nos acompañaba en el camino y nos explicaba las escrituras?

viernes, 16 de marzo de 2012

395 DE LA IGLESIA DE HOY SALDRÁ UNA IGLESIA QUE HA PERDIDO MUCHO

En el blog de ENCOMÚN encuentro varios documentos trabajados en el encuentro de este año. Me llama la atención este, tanto por el título como por su autor. Os invito a leerlo (es cortito)



«De la iglesia de hoy saldrá una iglesia que ha perdido mucho. Se hará pequeña, deberá empezar completamente de nuevo. No podrá ya lle­nar muchos de los edificios construidos en la coyuntura más propicia. Al disminuir el número de sus adeptos, perderá muchos de sus privilegios en la sociedad. Se habrá de pre­sentar a sí misma, de forma mucho más acentuada que hasta ahora, como comunidad voluntaria, a la que sólo se llega por una decisión libre. Como comunidad pequeña, habrá de necesitar de modo mucho más acentuado la iniciativa de sus miembros particulares. Conocerá también, sin duda, formas ministeriales nuevas y consagrará sacerdotes a cristianos pro­bados que permanezcan en su profesión: en muchas comu­nidades pequeñas, por ejemplo en los grupos sociales homo­géneos, la pastoral normal se realizará de esta forma. Junto a esto, el sacerdote plenamente dedicado al ministerio como hasta ahora, seguirá siendo indispensable. Pero en todos estos cambios que se pueden conjeturar, la iglesia habrá de encontrar de nuevo y con toda decisión lo que es esencial suyo, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios tri­nitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la asistencia del Espíritu que perdura hasta el fin de los tiem­pos...

Será una iglesia interiorizada, sin reclamar su mandato político y coqueteando tan poco con la izquierda como con la derecha. Será una situación difícil. Porque este proceso de cristalización y aclaración le costará muchas fuerzas va­liosas. La empobrecerá, la transformará en una iglesia de los pequeños. El proceso será tanto más difícil porque ha­brán de suprimirse tanto la cerrada parcialidad sectaria como la obstinación jactanciosa. Se puede predecir que todo esto necesitará tiempo. El proceso habrá de ser largo y penoso...
Pero tras la prueba de estos desgarramientos brotará una gran fuerza de una iglesia interiorizada y simplificada. Porque los hombres de un mundo total y plenamente planificado, serán indeciblemente solitarios, Cuando Dios haya desaparecido completamente para ellos, experimentarán su total y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo completamente nuevo. Como una esperanza que les sale al paso, como una res­puesta que siempre han buscado en lo oculto. Así que me parece seguro que para la Iglesia vienen tiempos muy difíci­les. Su auténtica crisis aún no ha comenzado. Hay que con­tar con graves sacudidas. Pero también estoy completamente seguro de que permanecerá hasta el final: no la iglesia del culto político... sino la iglesia de la fe. Ya no será nunca más el poder dominante en la sociedad en la medida en que lo ha sido hasta hace poco. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los hombres como patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte» (J. Ratzinger).

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